VOLUNTARIADO UNIVERSITARIO

Septiembre llega a nuestro hemisferio trayendo colibríes y brisas de aire cálido que comienzan a despertar los adormecidos nutrientes de los árboles para que mas tarde eclosionen en una festiva explosión de nuevas yemas. Es la promesa de la frondosidad del verano, de la riqueza frutal estival y también de nuevas semillas para el próximo invierno, una potencial nueva generación.

Pero las promesas no siempre son cumplidas, a veces los ciclos se interrumpen. Las actividades humanas contaminan de tal forma el ambiente, que cientos de miles de especies se ven imposibilitadas de sobrevivir en sus nichos modificados. La promesa de la basura, remanente estéril del consumo humano, es la vacuidad, la desidia y la asolación.

El aire de nuestras ciudades está fuertemente contaminado, nuestras calles sucias, la tierra absorbe los mugrientos efluvios de nuestro efímero desarrollo y nuestras aguas claman por recuperar sus antiguos ropajes invisibles. Y nosotros, absortos y desconcertados, lloramos por esto y pedimos la cabeza del culpable. No es una promesa, es una condena.

En este nuevo septiembre todos los tripulantes de esta nave estamos llamados a colaborar en la campaña mundial para limpiar el planeta. Si culpamos a alguien mas, podemos elegir no molestarnos, después de todo la responsabilidad no es directamente nuestra. Pero sería triste que la brisa de septiembre se convierta en un correo de polución, en una marea de residuos que nos invada y finalmente nos confine a convivir solo con nuestras propias aguas negras.

De otra forma, podríamos elegir sumarnos y desde nuestra realidad colaborar por un mundo mas limpio, donde se consuma menos, se recicle mas y se disminuya la generación de residuos. Podríamos dejar de clamar por la cabeza del culpable y comenzar a limpiar la tierra simplemente por ser los directos beneficiarios del milagro de la vida. Y esto tampoco sería una promesa, sería una propuesta…